El nuevo
gobierno y los congresistas elegidos deberían considerar como primera prioridad
reducir la grave e indignante enfermedad de anemia infantil, uno de los
principales problemas de salud pública en nuestro país. Todos proponen un
incremento sostenido del presupuesto para mejorar la educación, sin embargo,
así se ejecute, no será suficiente sin resolver la alta prevalencia de anemia que
afecta a niños desde sus primeros años en su desempeño inmunológico, físico,
emocional, cognitivo e intelectual, repercutiendo en una deficiente capacidad
para aprender y desarrollarse y afectándolos a futuro en su formación educativa
y eficiencia laboral, lo cual impacta negativamente porque representa nuestro futuro
capital humano.
Esta
enfermedad afecta al 43.5% (1.2 millones) de niños de 0 a 4 años entre un total
nacional de 2.8 millones, y sus efectos, agresivos e irreversibles, se generan por
insuficiencia de hierro, yodo, zinc, ácido fólico y complementariamente, de
vitamina A, C, calcio y proteínas. En las zonas rurales (cuyo porcentaje ha
aumentado desde 2011) la brecha entre éstas y las urbanas también se viene
incrementando, lo mismo que en 13 de las 25 regiones. Su mayor incidencia es en
las áreas rurales de la sierra y la selva (57%). Según el Centro Nacional de Alimentación y Nutrición, los mayores
porcentajes de anemia en niños de hasta 5 años se presentan en Puno (75.2%),
Cusco (66%), Pasco (65.5%) y Ayacucho (61.5%).
El Plan
Nacional para la Reducción de la Desnutrición Crónica Infantil y la Prevención
de la Anemia 2014-2016 incluye como objetivo reducir al 2016 la anemia en niños
menores de 3 años al 20%, sin embargo, durante el presente gobierno aumentó
desde 41.6% el 2011 a 43.5% en 2015, y según la Organización Mundial de la
Salud (OMS) se trata de un “problema de salud pública grave” por encontrarse en
porcentajes superiores a 40%.
Bajo este
panorama, el nuevo gobierno deberá plantear nuevas estrategias para revertir el
avance de anemia infantil durante los últimos años. El sector Salud debería
prevenirla y controlarla con una inversión en consonancia a su magnitud y
trascendencia, debería aumentar la distribución de hierro en polvo (micronutrientes)
y brindar orientación nutricional a gestantes, implementar un sistema de
control y evaluación de los niños que la padecen, además, los gobiernos
regionales y locales deberían destinar un presupuesto especial y poner mayor
esfuerzo para luchar contra esta indignante enfermedad.
Artículo
de Alfredo Palacios Dongo publicado en el diario EXPRESO, fecha 28 de mayo de
2016