
Los primeros sumergibles fueron reemplazados, entre 1926 y 1927, por cuatro submarinos tipo “R”, y éstos a su vez, entre 1954 y 1957, por cuatro tipo “Sierra”, integrándose además en 1975 dos unidades tipo “Guppy”, y entre 1974 y 1983, seis unidades de origen alemán tipo “209” –los BAP Islay, Arica, Angamos, Antofagasta, Chipana y Pisagua–, considerados en esa época entre los submarinos convencionales más avanzados del mundo y convirtiendo a nuestra arma submarina en la primera de Sudamérica.
Desde su creación, la Fuerza de Submarinos, como parte de nuestro poder naval, ha contribuido a la defensa y seguridad nacional. En todos los conflictos o situaciones de tensión presentados, los submarinos se han desplegado ejerciendo su capacidad disuasiva, y estando listos para ejecutar cualquier operación efectiva.
Sin embargo, de los doce submarinos con que contó la Marina durante 9 años –entre 1983 y 1991–, éstos se han reducido a seis –tipo “209”– que vienen operando un promedio de 30 años y bordeando el límite de su vida útil. Este escenario es parte de una situación de falta de decisión política para repotenciar nuestras FF AA, y por los reducidos presupuestos que afectan y menoscaban su capacidad operativa, entrenamiento y capacitación del personal, limitando el mandato constitucional de garantizar la soberanía e integridad de la República.
Bajo este panorama, es importante considerar la repotenciación del arma submarina, la que además de requerir menores costos en operación, mantenimiento, entrenamiento, y en personal, sus características de sorpresa y ocultamiento constituyen un implícito y verosímil poder disuasivo. La flexibilidad operativa del submarino para desplegarse y permanecer oculto por períodos prolongados en cualquier área marítima, obligan a las fuerzas contrarias a un accionar y esfuerzo considerablemente mayor de medios, restringiendo severamente su libertad de acción.
Publicado en el diario EXPRESO, fecha 21 de agosto de 2010