
Se inicia una etapa de nuevas esperanzas pero también de incertidumbres, con muchos problemas por atender y solucionar. Los retos son inmensos, reforma del Estado y del Poder Judicial, apaciguar la pobreza y exclusión fomentando la equidad, promover el empleo, impulsar la justicia social e igualdad de oportunidades en educación, salud y cultura, alcanzar la seguridad alimentaria y nutrición, luchar contra la corrupción, narcotráfico, contaminación, mejorar la seguridad interna y externa, etc.
La solución de estos problemas que nos agobian dependerá de muchos factores, tales como, el carácter y capacidad de gestión y liderazgo que imponga el Presidente, el cumplimiento de las propuestas programáticas de su Plan de Gobierno 2006-2011 y de la capacidad de su gabinete y equipos técnicos. Pero además, la oposición política tiene, en el Congreso, una importante responsabilidad de actuar, de manera eficiente y activa, como contrapeso, equilibrio y fiscalización, para conseguir la moderación que implica gobernar buscando acuerdos amplios y sustentables evitándose así eventuales excesos o populismos. Debe ser, por un lado, firme y fiscalizadora, con un liderazgo articulado que haga el seguimiento de la marcha de los principales asuntos de importancia nacional, pero también, debe ser constructiva, cooperadora y que proponga soluciones. Del mismo modo, los partidos políticos tienen, con el pueblo, la gran responsabilidad de recibir sus inquietudes y demandas canalizándolas a través de proyectos importantes y trascendentes para los intereses nacionales. Esta actuación obligará al gobierno a un proceso de negociación permanente que incidirá en la ponderación, apoyando en los ritmos, contenidos y aprobaciones de dichos proyectos.
Un país como el nuestro, con una dramática fragilidad institucional y con profundos problemas sociales por resolver, requiere de una política de consensos entre el gobierno y la oposición como resultado de consultas y negociaciones, con lo cual, las reformas que se lleven a cabo serán ampliamente validadas por toda la población.
Nuestra cultura política debe incorporar el concepto de que la oposición está íntimamente ligada a la democracia, y que ésta no consiste en el mero acto de votar sino en involucrarse en los asuntos de Estado y de nuestros intereses nacionales, lo cual ayudaría a garantizar una adecuada gobernabilidad.
Publicado en el diario EXPRESO, fecha 29 de julio de 2006